Es verdad, tengo un estado de ánimo inusual para esta época del año. Y ya sé lo que me pasa: que no llega el otoño. Que casi todos los días luce el sol, y entra por las ventanas, y la luz enciende mi ánimo, y estoy contenta. Pero mi cuerpo quiere otoño. Mi cuerpo pide miradas lánguidas por la ventana, nostalgias reconocibles y familiares, lágrimas de entretiempo, desánimos reciclados… Y aunque intente desesperanzarme un poquito para sentirme otoñada, pues como que no, no hay forma de convocar el otoño.
Miro por la venta y luce el sol, insultantemente lúcido. Así no se puede. Paseo por el parque, por el campo, busco resquicios del otoño, unos colores, una luz, unas sombras… Nada. Miro al cielo inquiriendo por una lluvia cabal y sensata. Nada. Camino despierta y atenta intentando ver vientos quiméricos. Nada. Amanece y miro alrededor buscando huellas indelebles del otoño… Nothing. No hay forma de que me asalte la morriña otoñal. No hay señales de vida del otoño. Y así estoy, inusitadamente eufórica. Camino bailando, trabajo sonriendo, cocino cantando, limpio soñando y hasta plancho dando saltitos…
Que me devuelvan el otoño ¡¡ya!!. Quiero mi nostalgia de otoño, mi luz de otoño, mi lluvia y mis colores otoñales, mi melancolía otoñal, mis suspiros de otoño, esa languidez al caminar sobre las hojas caídas… Quiero mi tiempo de otoño ¿quién me lo ha robado?.
Necesito descansar de tanta euforia. Y un poquito de melancolía impostada con sabor a otoño también da equilibro a mi alma. Se recompensará a quien nos devuelva el otoño de toda la vida.
fuente: publicado por Blasfuemia