Los primeros cocodrilos marinos del período jurásico, de 145 millones de años, hallados en el Neuquén y que el paleontólogo Florentino Ameghino describió hace más de un siglo, fueron repatriados por el Museo Argentino de Ciencias Naturales (MACN) desde el británico Museo de Historia Natural de Londres, para volver a la exhibición pública, informó hoy Alejandro Kramarz, jefe de Paleozoología de Vertebrados.
Un potente cráneo y varias vértebras de cocodrilos fosilizados fueron hallados por el teniente coronel Antonio Romero, naturalista aficionado, en lo que era la región del Neuquén a fines de la llamada “Campaña al Desierto”, avanzada militar en la Patagonia habitada por pueblos originarios que resistían el despojo de sus territorios.
Al igual que varios militares, Romero había sido comisionado en 1898 por autoridades nacionales para evaluar los potenciales recursos de los nuevos territorios anexados, hacer prospección y observaciones geológicas, produciendo uno de los primeros reportes de la existencia de hidrocarburos, y delimitación los límites territoriales con Chile.
“Romero encontró huesos fósiles y los envió a principios del Siglo XX al doctor Florentino Ameghino, quien ya era una de las figuras más importantes y en 1902 había sido designado director del Museo de Ciencias Naturales público de Buenos Aires (actualmente MACN)”, contó Kramarz durante un acto en el Museo en el que su director, Pablo Tubaro, inauguró la vitrina que exhibe el fósil prehistórico, en Parque Centenario.
Así, Ameghino se encontró frente a un singular reptil, no a un dinosaurio sino a un cocodrilo que presentaba características muy similares a otros encontrados en Europa en capas geológicas del período jurásico (unos 150 millones de años atrás), que sugerían que vivía en ambientes marinos.
“Una de esas características es que el esqueleto de las patas estaba modificado en forma de aletas para el nado activo en el mar, sin capacidad de desplazarse en tierra firme”, contó Kramarz.
“Estos cocodrilos habrían sido habitantes de los mares poco profundos que durante parte del período jurásico y principios del cretácico cubrieron sectores de lo que actualmente es denominado Cuenca Neuquina”, situó el paleontólogo.
Entonces se lo envió a su colega británico Arthur Smith Woodward, paleontólogo curador del Museo de Historia Natural de Londres, quien tenía trayectoria en el estudio de peces y reptiles fósiles y había conocido personalmente a Ameghino en un viaje a Buenos Aires.
Ameghino envía en 1907 los fósiles a Londres y le propone a Woodward que publique el resultado de sus estudios en un artículo en los anales del Museo Argentino “Bernardino Rivadavia”, trámite que se va prolongando hasta que en 1911 fallece Ameghino a los 56 años, es sucedido por Ángel Gallardo, y los restos del cocodrilo quedan olvidados en la institución británica.
Más de un siglo después, “la actual curadora del área de cocodrilos fósiles, Lorna Steel, identificó los rótulos en los que habían intercambiado información del material Ameghino y Woodward, por lo que tomó contacto con el MACN y los fósiles fueron restituidos”, concluyó Kramarz.
“Es la historia de los frisos del Partenón pero con final feliz -ironizó Tubaro en referencia al acervo ateniense que terminó exhibido en Londres-. Este es el rol de los museos, instituciones que, honrando sus compromisos aunque transcurra un siglo, velan por el patrimonio”, reivindicó.
El acervo recuperado puede ser visitado de martes a domingos de 14 a 19 en el Museo cuya entrada es custodiada, a partir de hoy, por dos imponentes esqueletos de tigre diente de sable recreados por el arte del biólogo Marcelo Isasi y el paleontólogo Fernando Novas.
Fuente: Los Andes
Un potente cráneo y varias vértebras de cocodrilos fosilizados fueron hallados por el teniente coronel Antonio Romero, naturalista aficionado, en lo que era la región del Neuquén a fines de la llamada “Campaña al Desierto”, avanzada militar en la Patagonia habitada por pueblos originarios que resistían el despojo de sus territorios.
Al igual que varios militares, Romero había sido comisionado en 1898 por autoridades nacionales para evaluar los potenciales recursos de los nuevos territorios anexados, hacer prospección y observaciones geológicas, produciendo uno de los primeros reportes de la existencia de hidrocarburos, y delimitación los límites territoriales con Chile.
“Romero encontró huesos fósiles y los envió a principios del Siglo XX al doctor Florentino Ameghino, quien ya era una de las figuras más importantes y en 1902 había sido designado director del Museo de Ciencias Naturales público de Buenos Aires (actualmente MACN)”, contó Kramarz durante un acto en el Museo en el que su director, Pablo Tubaro, inauguró la vitrina que exhibe el fósil prehistórico, en Parque Centenario.
Así, Ameghino se encontró frente a un singular reptil, no a un dinosaurio sino a un cocodrilo que presentaba características muy similares a otros encontrados en Europa en capas geológicas del período jurásico (unos 150 millones de años atrás), que sugerían que vivía en ambientes marinos.
“Una de esas características es que el esqueleto de las patas estaba modificado en forma de aletas para el nado activo en el mar, sin capacidad de desplazarse en tierra firme”, contó Kramarz.
"El esqueleto de las patas estaba modificado en forma de aletas para el nado activo"FacebookTwitterOtra de las características es que las cavidades del cráneo en la que se alojan los ojos se situaban en los laterales de la cabeza, a diferencia de los cocodrilos modernos, que se sitúan arriba, lo que indica que no vivía semi sumergidos como los actuales sino “de forma más parecida a lo que sería un delfín” de ahora.
“Estos cocodrilos habrían sido habitantes de los mares poco profundos que durante parte del período jurásico y principios del cretácico cubrieron sectores de lo que actualmente es denominado Cuenca Neuquina”, situó el paleontólogo.
“Estos cocodrilos habrían sido habitantes de los mares poco profundos"FacebookTwitter“Ameghino, que ya había descrito más de mil especies fósiles, se dio cuenta rápidamente de la importancia de este hallazgo y de que cocodrilos con estas características nunca antes habían sido identificados, no solamente en Argentina sino en Sudamérica”, relató Kramarz.
Entonces se lo envió a su colega británico Arthur Smith Woodward, paleontólogo curador del Museo de Historia Natural de Londres, quien tenía trayectoria en el estudio de peces y reptiles fósiles y había conocido personalmente a Ameghino en un viaje a Buenos Aires.
Ameghino envía en 1907 los fósiles a Londres y le propone a Woodward que publique el resultado de sus estudios en un artículo en los anales del Museo Argentino “Bernardino Rivadavia”, trámite que se va prolongando hasta que en 1911 fallece Ameghino a los 56 años, es sucedido por Ángel Gallardo, y los restos del cocodrilo quedan olvidados en la institución británica.
Más de un siglo después, “la actual curadora del área de cocodrilos fósiles, Lorna Steel, identificó los rótulos en los que habían intercambiado información del material Ameghino y Woodward, por lo que tomó contacto con el MACN y los fósiles fueron restituidos”, concluyó Kramarz.
“Es la historia de los frisos del Partenón pero con final feliz -ironizó Tubaro en referencia al acervo ateniense que terminó exhibido en Londres-. Este es el rol de los museos, instituciones que, honrando sus compromisos aunque transcurra un siglo, velan por el patrimonio”, reivindicó.
El acervo recuperado puede ser visitado de martes a domingos de 14 a 19 en el Museo cuya entrada es custodiada, a partir de hoy, por dos imponentes esqueletos de tigre diente de sable recreados por el arte del biólogo Marcelo Isasi y el paleontólogo Fernando Novas.
Fuente: Los Andes