Diario Río Negro
20:02 13/11/2011
A la sequía que diezma sus rebaños se sumó este invierno la ceniza volcánica, que corroe la dentadura de las ovejas. "Nos entregaron nueve fardos de pasto a cada uno. No alcanza ni para mantener un caballo", dicen.
Sandro sube la montura al bote a motor y agradece a quienes van a cruzarlo de la margen neuquina del Limay a la rionegrina. Mientras acomoda sus pertenencias, entre las que sobresalen las clásicas boleadoras, afirma que su caballo cruzará el río cuando lo vea del otro lado del caudaloso cauce. Y lo hace, para asombro de quienes no estamos acostumbrados a estas escenas. Necesita que Juan, otro criancero, lo empuje al agua, pero después de que se mete encara decidido hasta la otra orilla, seguido de cerca por dos perros que no dejan de ladrarle ni en el medio del río.
Sandro lo sale a buscar río abajo. Y tras unos segundos aparecen junto al caballo y los dos fieles perros que se sacuden la fría agua del Limay Medio.
Una recorrida con pescadores por este río permite ver cómo se lucha a brazo partido contra la sequía de los últimos dos años y la ceniza que emanó el Puyehue.
Juan y Sandro son de Naupa Huen, un pueblito rionegrino que está río abajo conocido por los pescadores, pero olvidado como tantos otros, especialmente en épocas de crisis.
Sus pobladores viven días malos. En realidad ya se suman años de malaria. Primero fue la sequía, y este año se sumó la ceniza, que mató ovejas y vacunos y los obliga a no poder vender animales porque se quedan sin la base de su economía.
"La ceniza produjo muerte de animales. Les afecta las vías respiratorias, los ojos. Les gasta la dentadura a los animales, que comen pasto con ceniza porque están pasados de hambre. Mueren jóvenes y viejos", cuenta Juan. "A mí se me murió entre el 20 y el 30% de los animales", revela el criancero de Naupa Huen, que aclara que su situación no es tan grave como la que viven los pequeños productores de la Línea Sur.
Sandro Casamajou relata que se le murieron 15 vacas en su campo de Naupa Huen y que hubo pocas pariciones. "Estamos tratando de salvar algunos terneros para seguir sobreviviendo", afirma.
"Somos cuatro en la casa, mi mujer, mi nena y un bebé. Todos los días se come. Pero hay que pelearla", relata el criancero.
Sandro critica la falta de ayuda del Estado. "Nos entregaron nueve fardos de pasto a cada uno. Eso no alcanza ni para alimentar un caballo para salir al campo", afirma. Y cuestiona al comisionado de fomento, porque no se sabe "qué pasó con el resto de la ayuda".
Tras ser cruzado en el bote a motor ensilla su caballo. Acomoda sus pertenencias y deja las boleadoras a mano, por si aparece un choique, un zorro o una liebre. Los perros y el caballo están flacos, y a su dueño también se le notan los días difíciles que están viviendo. Tendrá una hora y media de viaje hacia Naupa Huen. "Menos si galopa algún tramo", aclara.
Cruzar el río en pocos minutos les ahorró a ambos crianceros un gran esfuerzo. Primero deberían haber remontado el río arrastrando un precario bote y lanzarse al cruzar el Limay, que por estos días baja inusualmente caudaloso en esta zona. Sandro volvería a las tres o cuatro horas y la operación debería repetirse.
Ahora monta y agradece una vez más por la "mano grande" que le dieron los guías de pesca Mariano Srur y Gastón Van Praet. Se marcha. De a poco, su figura se pierde en el horizonte.
ANDRÉS STEFANI andres@rionegro.com.ar
NÉSTOR PÉREZ ngperez2010@gmail.com
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